Tiene cabellos suaves
que van en la venteada,
ojos dulces y graves
que te sosiegan con una mirada
y matan miedos dando claridad.
que van en la venteada,
ojos dulces y graves
que te sosiegan con una mirada
y matan miedos dando claridad.
Gabriela Mistral
Algunas veces no nos damos cuenta de aquellas personas que han estado siempre allí y que han sido transparentes para uno. Deslumbrados por la belleza de varias chicas no observamos mas allá de una cara, cuerpo de ensueño que uno imagina y piensa, “Es la que siempre he esperado”, pero que en realidad no es aquella persona la indicada para enseñar el verdadero significado de amar.
Estaba allí sentada en su puesto de siempre, con su mirada de ternura y timidez, cabizbaja, estaba sentada esperando a que alguien se le acercase a charlar, esperando a que empezara la clase para resaltar actuando sobre cuanto sabía sobre su tarea, esperando a que llegue aquella persona que cambiaría su monotonía y la llevase a un mundo que nunca haya experimentado.
Su rutina era llegar callada, conseguir su puesto, estudiar o leer algo, quizás entablar una conversación pero su timidez la agobiaba y no la permitía mostrarse tal cual era, al hablar de amor ella se quedaba callada, prefería salir, recostarse en su asiento y reprocharse o quizá llorar el motivo de su soledad, en su mente pasaban muchas cosas que casi nadie sabía de ella, buscaba su compañero, buscaba aquel que la haga olvidar sus fracasos, buscaba el verdadero amor.
Desahogando sus penas en aquel viejo diario que tenía sus hojas degastadas y amarillas pero que ella lo había guardado con tanto cariño, por ser un regalo de su abuela, siempre callada, mordiéndose las uñas sin saber que pasará cada día, caminaba de un lado al otro en sus ratos libres charlando con sus maestros acerca de sus calificaciones, pidiendo críticas de sus trabajos tratando de ocupar todo su tiempo libre para no pensar en quien sabe que, o que razones la obligarían a ser así.
En mi mundo ella existía como la chica inteligente, transparente y nada más, nunca me interesé por conocerla o saber de ella, simplemente la saludaba de vez en cuando y ahí acababa todo. De repente me di cuenta que su mirada hacia mí cambió, sentía que era distinta, mientras ella miraba a todos con quizá un poco de fortaleza, cuando me miraba ella reflejaba nerviosismo, ingenuidad y timidez, a veces me transportaba y me hacía sentir distinto, lástima nunca llegó a mas que eso. Ella tartamudeaba conmigo, tenía sus manos heladas y temblaba, mientras yo la observaba, se sonrojaba y la verdad eso de a poco me hizo interesarme en ella, pero pasaba el tiempo y ella huía del mundo y de mi.
Su ausencia me hacia extrañarla, deseaba ver sus ojos que me decían poco y a la vez mucho. Ella corría de lado a lado quien sabe buscando que, yo la seguía y ella se alejaba siempre, yo había entrado a su vida, sin embargo su rutina era la misma. Un día estaba en mi lugar de siempre la sentía distante y a la vez cerca, estaba un puesto delante al mío, trataba de descifrar su silencio pero era una barrera para mi, el brillo de sus ojos me impactaba tenía algo que hacía perderse y quizá enamorarse, tal día en que estuvimos tan cerca en el preciso momento en que iba a hablarle ella se retiro yo la seguí, y de repente desapareció.
Al otro día la buscaba y no logre encontrarla, pues ella había decidido cambiar de clases y no tener las mismas en las que coincidíamos, mi mente se quedo en blanco, mi voz se apagó, mi cabeza dio un giro, me pregunté por qué?, me di cuenta que cada momento que vivía junto a ella se me había vuelto imprescindible, me hacía ver las cosas desde una perspectiva distinta, los lugares en donde la había visto y cada detalle me llevaba a ella, se me hacia único e inolvidable, aquella chica de la que nunca pensé, llegó y se metió dentro de mí para no salir nunca más. Yo la busque y era como si la tierra se la hubiera llevado.
Pasaron los días y el tiempo me hacía extrañarla, mi otro yo, se había exterminado por completo me había convertido en un chico mas aplicado y sensible, nada comparado a como era.
El día en que logré encontrarla me la lleve, asustada me miró a los ojos y no nos dijimos nada por un momento, el silencio era intenso, temblaba, mis manos sudaban, no sabía que decirle todo lo que queria expresar estaba en mi cabeza, pero me armé de valor y empecé diciendo:
-En el corto tiempo que me di cuenta que existía para mí, he estado viviendo una ilusión, un sueño despierto, su manera de mirar cambia mi universo, “Di lo que sientas, haz lo que piensas, da lo que tengas y no te arrepientas”, citaba la frase de una canción, que expresó todo lo que quería transmitir.
De repente su mirada bajó viendo al suelo, soltó su bolso, y respiró profundamente, el silencio había regresado al lugar, nervioso, nunca había dicho realmente a una chica todo lo que sentía, la observe y con mis manos levante su rostro, sus manos tapaban su cara, las retiré y estaba llorando, luego me abrazo, fue el abrazo más dulce que haya podido sentir.
En mi oído escuchaba sus sollozos, no sus palabras, sus labios se acercaron a mi cara, besó mi mejilla, me acarició con sus manos, y dijo:
-“Todo lo que me has dicho es lo que mi corazón a querido gritar desde el instante en que te conocí, me imaginaba mucho este momento pero por más que trataba de acercarme, me perdía en el intento”, quizá te bese le dije , no lo puedo evitar, ella seguía llorando y al acercármele solo le bese la frente.
En ese preciso momento pude darme cuenta que la persona que había cambiado no había sido ella, si no yo, que entró a mi vida a enseñarme varias cosas, me enseñó a vivir un día diferente, me enseñó a interpretar una mirada y lo más importante me enseñó el verdadero significado de amar.
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